BAYLE, BENOÎT

À la poursuite de l’enfant parfait. L’avenir de la procréation humaine  (Robert Laffont, 2009)

Mientras que con “L’embryon sur le diván” (Ed.Masson, 2003), Bayle había relatado, a partir de su larga experiencia profesional, el impacto psicológico de las técnicas de procreación artificial en los nacidos y sus padres, con este texto titulado “À la poursuite de l’enfant parfait. L’avenir de la procréation humaine” (“En búsqueda del hijo perfecto. El futuro de la procreación humana”, 324 páginas), el filósofo y psiquiatra francés, “sienta en el diván” a toda la sociedad, analizada como productora -y producto a la vez- de una visión del ser humano condicionada por esas mismas técnicas de procreación, inauguradas hace más de cuarenta años. Es la sociedad que el mismo Bayle en este texto define como “procreática”: una sociedad que busca y cree dominar la filiación más allá de todos los límites, que promete hijos a parejas estériles y a parejas homosexuales; una sociedad que pretende, mediante la selección de embriones, tener hijos libres de enfermedades genéticas, o elegidos, descartando a otros, para poder curar a un hermano enfermo. Es, finalmente, la sociedad que mira a los embriones humanos como un recurso terapéutico, aún no realizado pero objeto de esperanzas directamente proporcionales a la gravedad de las patologías que se anhela curar. Frente a todo esto, y después de haber repasado la historia de la “revolución procreatica” en sus contextos históricos, Bayle se pregunta si no estamos ante la más traicionera de las utopías. Ofrecido como una gloriosa liberación de las limitaciones naturales, el camino de la procreación tecnológica es considerado por muchas corrientes de pensamiento como un enriquecimiento para la sociedad. Bayle se refiere sobre todo al neomaltusianismo y al nuevo eugenismo, para señalar que “la mayoría de la clase política, desde la izquierda libertaria hasta la extrema derecha, prescribe ahora, en tierra democrática, la supresión neonatal de las vidas indignas de ser vividas” (p.97). Las engañosas ventajas de esta perspectiva de dominio absoluto de la filiación no sólo han abierto la era de la “superproducción, selección y superconsumo” (p.158) del embrión humano, sino que han acallado cualquier debate público sobre la “destrucción masiva de embriones” (p.42) que dicho dominio conlleva. Porque es el embrión humano “el gran perdedor de la procreatica, la víctima sacrificial y expiatoria, como si fuera el culpable de los sufrimientos de la mujer o de los derrumbes de la pareja” (p.43). Todo esto, dice Bayle, no puede quedar sin consecuencias, mientras sigamos preguntándonos si el embrión es o no una “persona”. La idea de Bayle es que a aquel concepto,  rechazado por muchos, puede ser sustituido por el de la dignidad humana, que ciertamente concierne al ser humano en estado embrionario. El reconocimiento de su dignidad puede finalmente permitirnos “cuestionarnos sobre el lugar que ocupa la lógica de la sobreproducción, selección y superconsumo de embriones en la psique de los vivientes» (p.147). Una lógica, sugiere Bayle, que conduce a una especie de alienación colectiva, que daña la sexualidad y las relaciones de raíz, y que se transforma en fantasmas en la psique de los hijos “supervivientes” de las prácticas de inseminación artificial. “La sociedad procreatica -reincide Bayle- merece una lectura crítica de los dogmas que profesa con fe ciega: confusión falaz entre salud y bienestar, primacía tiránica de la gratificación sexual, adoración excesiva del hijo deseado, supresión de vidas indignas de ser vividas” (p223). Esta “instrumentalización evolucionista del hombre por el hombre” (p.289) aniquila una parte de nuestra propia humanidad. No es gran cosa “reducir al hombre a un objeto de producción sujeto a control de calidad” (p.301), mientras que “el respeto del ser humano concebido y de su dignidad no condena en modo alguno a la sociedad a un retorno al pasado” (p.152). En todo caso, puede “abrir la puerta a una revolución ambiciosa y más generosa” (p.303).

(Francesco Tommaso Trabalza Contessini)